El histórico y exclusivo mecánico de la Línea U3
Trabajó como vendedor textil, chofer de taxis para luego dedicarse a su pasión: las tuercas.
Gracias a que a su patrón se vio involucrado en "un lío de faldas", el talquino Fernando Roco Rojas (1931) tuvo que quedarse en Arica.
"El hombre andaba en malos pasos, rondaba a una mujer casada y no se la perdonaron, lo mataron en Santiago. Como consecuencia de eso, a mis 24 años tuve que hacerme cargo de su empresa aquí en Arica", explica Fernando, hoy de 83 años.
Era 1954 y Fernando Roco estaba de paso en Arica, realizando sus labores como vendedor y cobrador de La Americana, la empresa de confecciones del húngaro Tibor Rimbler.
"Me quedé en La Americana hasta el año 57. Vendíamos el clásico terno de hombre, con chaleco incluido, y el traje sastre para dama; era confección fina nacional, puro casimir oveja", explica Fernando, quien debido a la confianza que le tenían sus jefes y a la experiencia que había acumulado en otras ciudades realizando las mismas funciones para la firma de Rimbler, se hizo cargo de la empresa en Arica.
Para entonces, Fernando ya había conocido en Iquique a la que sería su esposa. "Después de la muerte del dueño, su hermana vino de Canadá y liquidó todos sus bienes; a mí me indemnizaron en unos siete millones de hoy. Como ya estaba comprometido, y no tenía a qué regresar a Santiago, me compré un auto y lo metí a taxi, así llegué a tener tres autos. Luego nacieron mis hijos, y después me enfermé de la columna y como no pude trabajar durante un buen tiempo, la economía familiar se desplomó".
Ya recuperado, Fernando trabajó largos años en la industria automotriz ariqueña. "Yo trabajé en Tecna, ahí se armaba el Acadian Beaumont, el Chevrolet canadiense".
Tras el Golpe de 1973 la familia tuvo que se trasladarse al sur del país.
"Aquí todo esto se desmoronó entero, fue una época muy dura de contar, no había nada qué hacer, todo el mundo mirándose las caras; vendí la casa y en 1976 nos radicamos por dos años en Valparaíso, pero por la salud de mi esposa tuvimos que regresar. A ella no le hacía bien el clima de allá". Su hijo mayor estaba en la universidad.
Cercano a los cincuenta, Fernando y su familia regresaron a Arica.
"Había que volver a empezar, así es que retomé el taxi, era lo más práctico, hasta que en 1979 aparecieron los taxis colectivos en Arica, y un año después ingresé a esta línea. Trabajé hasta el 2005, luego vendí el auto y desde entonces me dedico a mi actual empleo: soy el mecánico de la línea U3", comenta.
"Más que hacer cosas, lo que más hago hoy día es asesorar a los choferes de la línea; cada uno me paga por las asesorías; la gente con la que trabajo me respeta mucho y eso es porque yo respeto a las personas", dice.
A sus 83 años, tiene autoridad suficiente para hablar del pasado, tanta que tiene recuerdos en de esa Arica que limitaba al oriente con la calle Chiloé y "que tenía un hotel memorable, como era el Hotel Pacífico" y gente admirable.
"En 18 de Septiembre, donde hoy está la comisaría, en esos años (1954) había un retén de carabineros como esos típicos a la entrada de los pueblos; Arica tenía sólo 15 mil habitantes, la mayoría venido de las salitreras y de los que se quedaron después que Ibáñez devolvió Tacna".
El vendedor textil que tuvo que quedarse forzado por la muerte de su ex patrón, y hoy exclusivo mecánico de la línea U3, asegura que aunque le gusta la modernidad y que valora los avances, siente nostalgia por el respeto que se vivía antes.
"Hoy se han perdido muchas cosas, como el respeto, hay mucha droga, eso es muy malo; antes usted podía dejar las puertas y ventanas abiertas y no pasaba nada; incluso en el ámbito político había respeto, yo recuerdo a personeros como Santiago Arata o comerciantes como don Víctor Liendo, gente que trabajó mucho por levantar a Arica. Los políticos de ahora como que no se preocupan mucho por levantar esta ciudad", reflexiona.
Perder a la compañera de toda una vida es un punto de inflexión en la vida de un hombre como Fernando Roco.
"Su partida me causó dos sentimientos: tristeza y felicidad. A los 46 años, a ella le diagnosticaron una fibrosis pulmonar, después la hipertensión y por último, la gastritis, que le afectó mucho el colon; sufrió mucho. Su muerte fue muy dolorosa para mí y mis hijos, pero también de alivio, porque ella dejó de sufrir; la extraño mucho".
No obstante la pérdida de movilidad provocada por la escoliosis que padece -producto de la postura que le exigía su trabajo- y del uso de un bastón, en la actualidad, Fernando Roco continúa siendo un hombre vital y de gran lucidez mental.
"En la parte psicológica ando bien, tengo licencia de conducir hasta el 2016; no leo mucho, pero me gusta ver las noticias en la televisión". Un hombre reflexivo, emotivo, que se reconoce "sensible, y siempre compadecido del que tiene problemas".
Pero también está consciente que se acerca la hora del merecido descanso. Período que espera vivir con toda tranquilidad junto a su hija y su nieto, y para el que piensa que le hará mucha falta su compañera.
"Claro que he pensado en el retiro, va a llegar el momento en que ya no voy a poder hacer más; ya he estado varias veces enfermo. Cuando me he enfermado mi casa parece una romería, van todos los colegas a verme, me llevan al médico, a comprarme los remedios. El problema es no me veo en la casa, incluso todos aquí me dicen lo mismo".
- Fui muy feliz. (Se emociona)… pero en este momento echo de menos a mi compañera; soy feliz con mi hija. Pero extraño a mi compañera de tantos años. Ahora nos habríamos dedicado más a nosotros, iríamos a almorzar a Tacna, a visitar al hijo que vive en Iquique".
Pero ella ya partió. J