El próximo domingo se vivirá una histórica segunda vuelta presidencial. Por primera vez en la historia democrática del país se enfrentarán por la más alta magistratura dos mujeres que representan a las principales coaliciones políticas.

Ambos bloques esperan romper la alta abstención que se ha venido generando luego de la entrada en vigencia del voto voluntario; escenario que ha dejado en evidencia el escaso interés de la población por participar en los procesos eleccionarios y, por cierto, el desgaste y desprestigio que ha alcanzado la clase política durante la última década.

Durante las recientes semanas, los comandos han redoblado esfuerzos comunicacionales para conseguir la participación ciudadana, buscando fórmulas que logren persuadir a aquel sector indiferente sobre la necesidad de participar del balotaje, sobre todo si se considera que el pasado 17 de noviembre la abstención alcanzó el 50,7 por ciento. El tema se hace más complejo, toda vez que en esa oportunidad existía un fuerte componente local con la elección de parlamentarios y consejeros regionales, lo que podría haber movilizado a más electores, sobre todo a nivel regional.

Según un estudio de la Universidad del Desarrollo, uno de los factores más relevantes en la alta abstención lo marca la edad, ya que en aquellas comunas con un mayor porcentaje de población adulta, la participación fue más elevada que en las que registran más jóvenes.

Este escenario está causando una serie de cuestionamientos que incluso han reflotado la idea de replantearse la ley de inscripción automática y voto voluntario. Si bien es necesario analizar en profundidad el tema, lo cierto es que cualquier modificación debe abordarse con cautela y contextualizarse con los tiempos actuales.

Mientras tanto, es conveniente que los líderes den muestras de un real compromiso con las necesidades y demandas ciudadanas, ya que ese aspecto podría marcar la diferencia entre una comunidad participativa y una desencantada de todo lo que se relaciona con la clase política.