Posiblemente debido a su condición de ser la ciudad más septentrional de Chile y la puerta norte de entrada a nuestro país, Arica siempre ha estado muy presente en el imaginario nacional.
Debido a su agradable clima, desde mediados del siglo pasado se hizo conocida como la ciudad de la eterna primavera, lo que se convirtió en un eslogan del que sus habitante se sentían orgullosos, así como de sus playas con palmeras, que le daban una estampa tropical.
En los años que sucedieron a la creación del Puerto Libre y la posterior Junta de Adelanto, se hizo conocida como la ciudad del nylon, debido a la manufactura de telas sintéticas en la ciudad, junto a muchos otros productos que luego ingresaban sin pago de aranceles ni derechos al resto del país.
Luego, en los 80, llegó a ser conocida como la ciudad de la droga, debido a un periodo negro de la historia local, en que el ingreso de la pasta base, justo en el contexto de una grave crisis económica, causó estragos entre la juventud local, llevando incluso a la realización de una campaña de recolección de fondos para la rehabilitación, la Teledrogaton.
Pero la ciudad supo recuperarse y hoy la drogadicción, siendo un problema presente, no resulta más preocupante que en cualquier otra capital regional.
Sin embargo, en los últimos días, una serie de hechos ha llevado a que Arica sea aludido en varios medios de comunicación nacional como un ejemplo de corrupción.
Los cuestionamientos a la gestión municipal de Carlos Valcarce y su relación con ciertos empresarios; la investigación judicial sobre presuntos actos de corrupción en la administración municipal de Waldo Sankán y, ahora, la detención y formalización de cuatro carabineros de la unidad local del OS-7 por supuesto narcotráfico, ha provocado en el resto del país la sensación de que en Arica la corrupción es pan de cada día.
Es responsabilidad de todos ayudar a cambiar esa imagen que nada bueno puede traer a la ciudad y para ello hay que partir por dilucidar estos casos.